En mi opinión nada tiene que ver el enamoramiento con el verbo amar. Cuando uno se enamora, se ciega. Consigues ver la perfección que verdaderamente NO TIENE esa persona. Es tu burbuja, tu mundo, te sientes plenamente feliz y no existe nada mejor que él. Cada estímulo de tu cuerpo se transforma y despierta, sientes placer y a la vez nerviosismo. Todo es maravilloso…. pero irreal. Jamás entrará en juego el verbo amar hasta que no deje de estar activo el enamoramiento. Y te preguntarás, ¿Cómo? ¿Qué?
Cuando amas, comienza tu realidad, tu verdadero sentimiento. Se cae el muro de la fantasía que te hacía sentir ciega de amor. Comienzas a conocerle y a ver que, sorprendentemente, tiene fallos como el resto de los humanos. Tiene su encanto, pero ya no es perfecto. Es entonces cuando se plantea la duda de continuar adelante o pillar la salida más cercana. Si finalmente aceptas sus formas, costumbres, errores y defectos… entra en juego el verbo amar. Este proceso consiste en la maduración de ese amor inicial para convertirlo en un amor sólido donde se cimiente una relación duradera y de entrega, dando paso en muchas ocasiones a un proyecto de vida en común o de familia.
De forma contraria, muchas otras personas son adictas a estar enamoradas. Los primeros meses necesitan sentir esa explosión de sentimientos, preguntas internas y emociones contenidas. Cuando la benda cae y esa magia de aquel desconocido asoma imperfección, no encuentran sentido a continuar.
El amor es convivencia, respeto, dar y recibir, es complicidad, es… sencillamente, realidad.
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