Soñar ser una princesa de cuento, es apostar por una muerte segura. Crecí llevando bajo mi brazo un cuaderno con el boceto del hombre perfecto. Con la inocencia de mi niñez, nunca logré entender que el viaje a las estrellas sería demasiado largo. Me aferré a mi pasado para sostener con ganas el presente y así, agarrar con fuerza lo que aún estaba por llegar. Le puse mil excusas al tiempo para no tener que abandonar. Planté en una estantería lo que soy, mientras ésta, iba cogiendo polvo. Olvidé todo el trabajo que me ha costado llegar hasta aquí, por una mera ilusión óptica.
Volví a nacer, encerrada en una especie de huevo Kinder que me aislaba de las advertencias del mundo exterior. Sentí volar sin despegarme del suelo, creí haber encontrado mi sitio en la vida. Adoraba enredarme bajo las sábanas suplicando cinco minutos de compasión. Despertar bajo el susurro de un “te quiero” que me mantendría con vida durante las próximas 24horas. Inventar el sol para traerlo hasta mi ventana y contarle que hoy la luna saldrá a bailar desnuda. Podía dejar apoyados los sueños de toda una vida sin temer que desaparecieran. Repetir una misma canción en el coche sin parar de comentarla, simplemente porque la música fue nuestro lenguaje. Endulzar una monótona tarde de invierno bajo una manta de colores. Me encantaba escribirle al viento, poniendo fe de que sería el transporte perfecto para todo lo que nos separa.
Pero la realidad se escapaba entre mis dedos, devolviéndome al inicio de una canción sin título. Castigándome por haber apagado la luz antes de tiempo, culpándome… de lo que yo no había hecho.
Y es que todo quedó atrás, en el último renglón de su voz, mendigando un cuerpo de mujer que le mancha con carmín, como prueba ilícita de que todo, sólo estuvo en mi mente… Ya no me quedan poemas por derramar, todo se vuelve turbio. Borraré toda huella que pueda molestar y así dejar una vía libre.
Hay gente que piensa que mi mente es privilegiada.
Yo simplemente, lo llamo ESTUPIDEZ.
“Lo he visto todo, y nada es suficiente"
Volví a nacer, encerrada en una especie de huevo Kinder que me aislaba de las advertencias del mundo exterior. Sentí volar sin despegarme del suelo, creí haber encontrado mi sitio en la vida. Adoraba enredarme bajo las sábanas suplicando cinco minutos de compasión. Despertar bajo el susurro de un “te quiero” que me mantendría con vida durante las próximas 24horas. Inventar el sol para traerlo hasta mi ventana y contarle que hoy la luna saldrá a bailar desnuda. Podía dejar apoyados los sueños de toda una vida sin temer que desaparecieran. Repetir una misma canción en el coche sin parar de comentarla, simplemente porque la música fue nuestro lenguaje. Endulzar una monótona tarde de invierno bajo una manta de colores. Me encantaba escribirle al viento, poniendo fe de que sería el transporte perfecto para todo lo que nos separa.
Pero la realidad se escapaba entre mis dedos, devolviéndome al inicio de una canción sin título. Castigándome por haber apagado la luz antes de tiempo, culpándome… de lo que yo no había hecho.
Y es que todo quedó atrás, en el último renglón de su voz, mendigando un cuerpo de mujer que le mancha con carmín, como prueba ilícita de que todo, sólo estuvo en mi mente… Ya no me quedan poemas por derramar, todo se vuelve turbio. Borraré toda huella que pueda molestar y así dejar una vía libre.
Hay gente que piensa que mi mente es privilegiada.
Yo simplemente, lo llamo ESTUPIDEZ.
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